-Pactando con los nazis-
¿Estamos ante el Pacto de Stormont o el de Munich?
Los periódicos de ayer coincidieron en la noticia de que el Parlamento Europeo ha accedido a abordar el tema de la negociación con ETA el próximo 25 de octubre y en una sesión en la que el Gobierno español espera recibir la bendición para su mal llamado “proceso de paz”. Una ironía del destino ha querido que ayer fuera también una fecha significativa por un conmemoración trágica. En otro triste 29 de septiembre –el de 1938- tuvo lugar el Pacto de Munich en el que Chamberlain y Daladier cedieron a Hitler parte de la antigua Checoslovaquia con el fin de calmar sus ímpetus expansionistas y evitar que ocupara enteramente ese país. Setecientos mil checos fueron abandonados a manos de los nazis gracias a aquel cobarde e infame acuerdo, pero Chamberlain y Daladier, sus firmantes, fueron recibidos en Londres y en París en loor de multitudes como grandes salvadores e incuestionables artífices de la paz mundial. Sólo medio año después Hitler había ocupado lo que quedaba de Checoslovaquia. ¿No nos suena todo esto de algo?
Como a Zapatero hay quien le da un curso de nociones de economía internacional en un par de horas, ha debido de recibir también una clase de dos horas de Historia y se ha quedado solamente con la primera parte de este capítulo que fue el preámbulo a la Segunda Guerra Mundial, o sea con los aplausos y el efímero título de logradores de la paz que se llevaron Chamberlain y Daladier. Zapatero no debe de saber el precio tan caro que pagaron aquellas multitudes por sus propios aplausos, pero lo dramático no es que Zapatero no lo sepa sino que Europa tenga tan poca memoria de sí misma. El debate del 25 de octubre va a regalar por su propia naturaleza a ETA una tribuna internacional con la que jamás hubiera soñado y sienta un inquietante precedente para todos los nacionalismos de signo etnicista que hay diseminados por las demás naciones de la Unión Europea, algunos de los cuales ya tienen su terrorismo particular. Parece que los parlamentarios de Francia, el Reino Unido e Italia no han reparado aún en la “sana envidia” con la que bretones, corsos, escoceses, galeses y padanos van a mirar a esa ETA y a ese nacionalismo vasco colocados de pronto en la cumbre de Europa .
Zapatero ha hecho ahora con su negociación lo mismo que hizo al solicitar la bendición del Congreso de Diputados. En cuanto se ve acorralado por la realidad huye hacia adelante y ese debate en el Parlamento Europeo lo va a vender como un éxito por muchos matices que tenga el texto aprobado. De la misma manera que se salta a la torera la condición expresa en aquella moción del Congreso de que ETA deje las armas para poder dialogar con ella, considerará papel mojado cualquier límite que ahora se le ponga a esa negociación. Usará como un beneplácito absoluto la moción que apruebe el 25 de octubre el Parlamento Europeo por muchos recortes que le hagan los populares.
Ayer, 29 de septiembre, Europa se volvió ciega como hace 68 años. Los checos olvidados de ayer son las víctimas de ETA de hoy. Ha sido inútil el peregrinaje del Foro Ermua por los despachillos de Estrasburgo el pasado miércoles intentando hacerse oír ante quienes no querían oír nada y ya lo tenían todo decidido; ante quienes aplauden con buena conciencia a Zapatero cuando repite las dulzonas y terribles palabras de Chamberlain: “Traigo la paz con honor, la paz de nuestro tiempo”.
Como a Zapatero hay quien le da un curso de nociones de economía internacional en un par de horas, ha debido de recibir también una clase de dos horas de Historia y se ha quedado solamente con la primera parte de este capítulo que fue el preámbulo a la Segunda Guerra Mundial, o sea con los aplausos y el efímero título de logradores de la paz que se llevaron Chamberlain y Daladier. Zapatero no debe de saber el precio tan caro que pagaron aquellas multitudes por sus propios aplausos, pero lo dramático no es que Zapatero no lo sepa sino que Europa tenga tan poca memoria de sí misma. El debate del 25 de octubre va a regalar por su propia naturaleza a ETA una tribuna internacional con la que jamás hubiera soñado y sienta un inquietante precedente para todos los nacionalismos de signo etnicista que hay diseminados por las demás naciones de la Unión Europea, algunos de los cuales ya tienen su terrorismo particular. Parece que los parlamentarios de Francia, el Reino Unido e Italia no han reparado aún en la “sana envidia” con la que bretones, corsos, escoceses, galeses y padanos van a mirar a esa ETA y a ese nacionalismo vasco colocados de pronto en la cumbre de Europa .
Zapatero ha hecho ahora con su negociación lo mismo que hizo al solicitar la bendición del Congreso de Diputados. En cuanto se ve acorralado por la realidad huye hacia adelante y ese debate en el Parlamento Europeo lo va a vender como un éxito por muchos matices que tenga el texto aprobado. De la misma manera que se salta a la torera la condición expresa en aquella moción del Congreso de que ETA deje las armas para poder dialogar con ella, considerará papel mojado cualquier límite que ahora se le ponga a esa negociación. Usará como un beneplácito absoluto la moción que apruebe el 25 de octubre el Parlamento Europeo por muchos recortes que le hagan los populares.
Ayer, 29 de septiembre, Europa se volvió ciega como hace 68 años. Los checos olvidados de ayer son las víctimas de ETA de hoy. Ha sido inútil el peregrinaje del Foro Ermua por los despachillos de Estrasburgo el pasado miércoles intentando hacerse oír ante quienes no querían oír nada y ya lo tenían todo decidido; ante quienes aplauden con buena conciencia a Zapatero cuando repite las dulzonas y terribles palabras de Chamberlain: “Traigo la paz con honor, la paz de nuestro tiempo”.
Artículo de Iñaki Ezkerra publicado el sábado 30 de septiembre, en el Diario La Razón.
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